En la penumbra donde a veces me pierdo,
me susurro suave, sin prisa, sin miedo:
“No estás sola, aunque así lo parezca,
dentro de ti hay una fuerza inmensa.”
Las nubes grises que cubren mi sol,
no son eternas, sé que el cielo es azul,
y aunque ahora parezca todo tan oscuro,
en mi interior, brilla un faro seguro.
He caído antes, y me he vuelto a levantar,
cada cicatriz es un recordatorio, sin dudar,
de que soy más fuerte de lo que puedo imaginar,
y que siempre, siempre, puedo volver a empezar.
Mis lágrimas no son un signo de derrota,
son ríos que limpian, que purifican mi alma,
y en cada gota, en cada emoción rota,
encuentro el valor para seguir con calma.
Me abrazo a mí misma, me ofrezco perdón,
por cada día que dudé, por cada indecisión,
y me digo: “Está bien sentir, está bien llorar,
pero también es tiempo de volver a volar.”
No soy solo mis sombras, también soy mi luz,
y aunque a veces lo olvide, siempre está en mí,
la capacidad de encontrar la paz,
en medio del caos, y renacer aquí.
Me miro al espejo y veo más allá,
veo una guerrera, una alma que va,
caminando firme, con paso seguro,
porque sé que el dolor no será mi futuro.
Hoy decido darme el amor que merezco,
abrazar mi valor, mi fuerza, mi ser,
porque en mí habita un espíritu inmenso,
que puede transformar cualquier atardecer.
Así que levanto la mirada, respiro profundo,
y me digo a mí misma: “Tú eres el mundo,
tienes todo lo que necesitas en tu interior,
para convertir la tristeza en un nuevo fervor.”
Hoy elijo la paz, elijo mi bienestar,
porque dentro de mí, siempre ha estado el poder,
de sanar, de crecer, de volver a brillar,
y construir un futuro lleno de amor y placer.