En la penumbra donde a veces me pierdo, me susurro suave, sin prisa, sin miedo: “No estás sola, aunque así lo parezca, dentro de ti hay una fuerza inmensa.” Las nubes grises que cubren mi sol, no son eternas, sé que el cielo es azul, y aunque ahora parezca todo tan oscuro, en mi interior, brilla un faro seguro. He caído antes, y me he vuelto a levantar, cada cicatriz es un recordatorio, sin dudar, de que soy más fuerte de lo que puedo imaginar, y que siempre, siempre, puedo volver a empezar. Mis lágrimas no son un signo de derrota, son ríos que limpian, que purifican mi alma, y en cada gota, en cada emoción rota, encuentro el valor para seguir con calma. Me abrazo a mí misma, me ofrezco perdón, por cada día que dudé, por cada indecisión, y me digo: “Está bien sentir, está bien llorar, pero también es tiempo de volver a volar.” No soy solo mis sombras, también soy mi luz, y aunque a veces lo olvide, siempre está en mí, la capacidad de encontrar la paz, en medio del caos, y renacer...
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